Soy la palabra y sus consecuencias.

Por eso, quiero comenzar estas breves líneas agradeciendo al Ministro de Cultura, Lic. José Rafael Lantigua, por esta invitación y utilización de mi nombre para identificar una calle de una de las plazas que más me gustan de la Ciudad de Santo Domingo.

Ministro Lantigua: gracias por su apoyo y por darle prioridad, en nuestra amistad, a las cosas que nos unen en este corpus cultural tan punzado por las diferencias políticas e ideológicas.

Soy la palabra y sus consecuencias.

Por tanto también debo agradecer el apoyo incondicional que he recibido en este evento por parte de personas valiosas: Alejandro Arvelo, director general de la Feria del Libro; Miguel Collado de CEDIBIL; Miguel de Camps Jiménez, de Editora Manatí; Lic. Silvia Acosta, de Plan Lea; María Peña; Xiomarita Pérez; Pura emeterio Rondón; Hilaro Olivo, Miguel Ramírez; Mateo Morrison (maestro de generaciones); Angel Haché; Yiyo Roble; Cayuco; José Gerardino; Celedonio Jiménez; Menoscal Reynoso; Francis Caamaño; Clodomiro Moquete.

Y, por supuesto, mi obra no fuera lo que es y podrá ser sin el aporte de las siguientes personas: Don Manuel del Cabral, Luis Días y Blas Jiménez. A ellos les entrego parte de este reconocimiento como ofrenda póstuma a su obra y humanidad.

Agradezco infinitamente también a todo el personal de la Feria y del Ministerio de Cultura envuelto en asegurar mi presencia y buen desempeño en este significativo evento, en especial a Teófilo Terrero, Abril Tronco, Valentín Amaro, Nathaly Rosa, Doraliza Baéz, Isael Pérez.

A todos arriba mencionados les estoy profundamente agradecido.

 

Soy la palabra y sus consecuencias.

Por eso, en un país donde la performatividad política de algunos grupos de poder va dirigida hacia borrarnos la memoria histórica, el poema no puede ser sino contra el olvido.

 

Soy la palabra y sus consecuencias.

Me ocupa el verbo y su responsabilidad social. Conjugo mi experiencia con la experiencia del otro y sus circunstancias. Soy sujeto de la acción como expresión quántica del ser. Ni centro ni orilla, soy multiplicidad plasmada en la palabra.

Mío es el discurso de la espera, del ayer y el futuro de los sueños en este presente de todos. Tuyo es el porqué de mi sudor e insomnio.

Me desvela la mudez del que empeñó sus labios y se olvidó del verdadero valor de su palabra.

Demonio de mi infierno es aquel que ríe frente al espejo y se sabe mueca de marioneta. Santo de mi devoción es aquel que, reflejado en la cristalinidad del río, se asume jinete del mañana sin el fétido ego de su arrogancia.

Soy la palabra y sus consecuencias.

Escribo como escupen los murciélagos: ¡coño contra la oscuridad y frialdad del silencio!

Mi discurso es piedra en el zapato de quien ya no camina por haber perdido sus huellas arrodillado ante la nimia grandeza del momento y lo efímero. Por eso mi poema va contra el olvido…

Escuchen bien:

 

Allá forjamos dos memorias

y andamos vagando con eso en el caco,

aquí o allá, con eso en el caco;

 

desde allá uno mira y lo que ve es un tierrazo,

borona de gente en huida que se lanza y reza,

gente que escupe en cruz pa’liviar el espanto;

 

desde aquí uno piensa y se arriesga,

empuñamos sueños y rabias,

leyendas y tragedias;

 

desde allá empacamos advertencias, pero no llegan,

les hacemos señas desde el fondo de la huida

y nadie frena;

 

desde aquí se rompen corazones,

amores de toda una vida se mudan como hormigas,

pero aun hay besos que alivian la partida,

abrazos eternos

y uno que cante o rece si es que llega entero,

aquí o allá… si es que llega entero;

 

el de acá mira hacia allá y el de allá no entiende,

aunque somos los ojos de un mismo cuerpo

y el mar es nuestro espejo;

 

te miro, me miras…

¿qué habrá pasado con la moza vida

dejada colgando en los aleros?

¿a cómo estará la prima?

¿cuánto pagará el mercado negro por mis huesos

o por las dos memorias que llevo dentro?

aquí o allá… las dos memorias que llevo dentro.

 

¡Muchísimas gracias a todos y todas!

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